La cumbre europea celebrada la semana pasada ha debido constituir un sonoro fracaso para todos los jefes de gobierno que participaron en ella, excepto para el nuestro. Solo así se explica la ovación que tributaron los miembros de la delegación española a Pedro Sánchez al verlo aparecer tras la batalla por los fondos comunitarios. Frente a la euforia de nuestros asesores patrios, el resto de mandatarios fueron recibidos por los suyos con un silencio contenido, quizá con alguna palmada, y poco más. Y si hubo algún aplauso en privado para Merkel, Macron o Conte, sus jefes de gabinete y sus responsables de comunicación tuvieron la decencia de no convertirlos en un show mediático. Más que solicitar transferencias directas a Europa, lo que da vergüenza es el marketing pornográfico de Moncloa a mayor gloria del emperador hispánico.
Ya sabemos que la humildad no figura entre los rasgos de la personalidad de un narciso empedernido, pero nuestro hombre siempre consigue ir más allá. Cobijado bajo una lluvia de millones de euros, Sánchez presenta como un triunfo personal un acuerdo que supone una enmienda a la totalidad de su programa de gobierno con Podemos. Si uno repasa la hemeroteca, el pacto alcanzado contradice todos los titulares gruesos y entusiastas que ha ofrecido el presidente a los medios en los últimos meses.
Pero da igual. Sánchez cree que 140.000 millones se pueden estirar como el chicle a la hora de dopar a la opinión pública con noticias felices. Y seguramente tiene razón. Sucede que tarde o temprano el efecto balsámico de las cifras macroeconómicas se difumina, y aparece el dolor en la microeconomía, o sea en tu casa.
En España vamos inhalando esa cifra mareante de millones que llegará de Europa como el que esnifa pegamento. Con las mascarillas bien pegadas a la boca, este tórrido verano caminamos a treinta grados felizmente colocados por los vapores químicos que genera el maná europeo. Solo así se entiende que todo el país pasee sin rechistar embozado a cualquier hora por la calle, mientras escuchamos como la inmensa mayoría de nuevos contagios se localizan en fiestas nocturnas descontroladas, reuniones familiares imprudentes y situaciones de hacinamiento laboral. De la gente que enferma deambulando por la vía pública no tenemos noticias.
A pesar de ello, Baleares fue la segunda comunidad autónoma en obligar al uso generalizado de la mascarilla en espacios abiertos, a rebufo de una Cataluña cuyo índice de contagios sí que está descontrolado. Ahora ya sabemos que fue una decisión que cogió por sorpresa a la presidenta de la comunidad, que intuía el mazazo que esa medida iba a suponer para una industria turística casi hundida. Vamos a escribir lo que muchos piensan y no dicen sobre el valor pedagógico de observar a toda una población con el bozal puesto: esa visión no hace cambiar de opinión al joven fiestero con ganas de acudir a un jolgorio masivo, pero sí disuade a un padre de familia dispuesto a pasar sus vacaciones en un destino tranquilo y seguro.
“Hay veces que la solución parece tan accesible que tengo que concluir que se me escapa algo. De otra manera me explota la cabeza”. Tomo prestada la frase de un pequeño empresario sensato de Mallorca que se está jugando su futuro y el de unas decenas de trabajadores. Islandia y Madeira ya están realizando pruebas PCR a los turistas que les visitan. Dos destinos pequeños en cuanto a número de viajeros… pero ahora Cuba, que el año pasado recibió casi cinco millones de visitantes extranjeros, anuncia esos análisis gratuitos para reforzar su imagen como destino seguro desde el punto de vista sanitario.
Mientras seguimos atontados con el mensaje monclovita del Gran Timonel doblegando a las fuerzas del mal del norte de Europa, un paquete de 500 pruebas PCR sale aproximadamente a 15 euros la unidad. Imaginen el precio al adquirir un millón de esas pruebas, o diez, por parte de un gobierno. Es una gota de agua en ese océano de ayudas, pero capaz de salvar los muebles de una industria que aporta al PIB nacional tres veces más que el sector de la automoción, la agricultura o la banca, por ejemplo.
Mientras Canarias eleva la voz frente a Madrid reclamando esta medida para minimizar los contagios y generar confianza en los mercados emisores, parece que el objetivo prioritario del Govern en Baleares es no molestar demasiado al emperador, no sea que se enfade y no desprecie un poco más. Los territorios insulares son idóneos para exigir esas pruebas en origen, o implantarlas en sus puertos y aeropuertos, pero la inacción del gobierno esta provocando exactamente lo contrario. Son otros países los que van a obligar a permanecer en cuarentena a los viajeros que provengan de España. Es la puntilla definitiva para una comunidad como Baleares, a la que una vez más no le va a tocar el euromillón.
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