ULTRAPERSONAS

Los héroes enfilaban los últimos metros hacia su gloria particular por el Carrer del Temple de Pollensa. Justo antes de entrar en la Plaça Major, en la esquina con la iglesia, hay un pequeño letrero con una flecha que señala en dirección contraria a la que llegan los corredores que finalizan la Ultra Trail Mallorca Serra de Tramuntana. Y junto a la flecha reza una sola palabra: calvario. Es una de esas casualidades que explican mejor que un libro, o que un artículo, el sufrimiento que incluso los más preparados deben superar para alcanzar esa meta. 107 kilómetros en menos de 24 horas, con un desnivel de subida acumulado de 4344 metros, atravesando algunos de los parajes más bellos de la Tierra. He estado años viajando para completar los mejores maratones del mundo, pero la experiencia deportiva más impactante de mi vida me esperaba al lado de casa.

A las 23:50 del pasado Viernes Santo unos centenares de personas enfilábamos la subida hacia el ayuntamiento de Andratx. Son unas calles poco iluminadas, y la mayoría de corredores llevábamos aún apagados los frontales de luz, reservando las baterías para el resto de la noche. Componíamos así una imagen fantasmagórica, de espectros vivientes en procesión silenciosa, rota de súbito por el grito de una señora desde un balcón: “¡estáis todos locos!”. En las semanas previas a la prueba había escuchado esta expresión con frecuencia, a veces con admiración, otras con incomprensión, y también algunas, por qué no decirlo, con algo de burla, o incluso desprecio. ¿Qué empuja a la gente a afrontar un objetivo como éste? No lo sé, o al menos no tengo certezas suficientes como para construir una teoría universal al respecto. Sólo afirmo que después de recorrer ochenta kilómetros, antes de retirarme observé a mi alrededor situaciones inauditas, y también encontré dentro de mí aspectos que no conocía. Creo que cualquier persona que afronta un desafío de estas características con un mínimo de seriedad está legitimado para escribir un libro de autoayuda, aunque la decisión más sabia sería la de no publicarlo.

Yo no sé lo que es una experiencia mística, pero recorrer en la oscuridad los caminos de la Tramuntana, escuchar de fondo las olas de un mar que no puedes ver, contemplar esa peregrinación de lucecitas tililantes ascendiendo montañas que parecen un espejo del cielo estrellado, tiene algo de comunión espiritual entre el hombre y la naturaleza. Es algo que impacta en el alma con mucha más fuerza que toda esa piedra calcárea incrustada hace siglos en los caminos de la Serra, y que se clava con dureza en las plantas de los pies. Puede resultar paradójico, pero el sacrificio extremo del ultrafondo saca lo mejor de las personas que se someten a él. A pesar de lo que muchos creen, el factor competitivo en una prueba de estas características se da en un porcentaje mínimo de los participantes. He visto corredores asistiendo a compañeros, sabiendo que detenerse les iba a suponer un esfuerzo suplementario descomunal para ponerse en marcha de nuevo. He visto participantes cediendo agua a otros a las dos de la tarde en mitad del barranco de Biniaraix, sin la certeza de tener ellos líquido suficiente para llegar al siguiente avituallamiento. He escuchado palabras de ánimo de personas con la voz quebrada por el cansancio, como si a ellos les sobraran las fuerzas.

Y luego está el dolor, y su control mental. El que es capaz de superarlo y dominar la primera reacción física y emocional, la de pararte e irte a casa, siente que a partir de ese momento los infortunios y las decepciones de la vida lo van a tener un poco más difícil para doblegarle. Así que este podría ser un buen motivo afrontar este reto: el de entrenarte para la vida, y entenderla en toda su complejidad, sin necesidad de sufrir un accidente de tráfico, o de que te diagnostiquen una enfermedad grave. Porque los que hablan aquí de masoquismo no han entendido absolutamente nada. El placer no se encuentra en el dolor, sino en hacerle frente y dominarlo hasta el límite que marca la sensatez. El porcentaje de irresponsables que se sientan a un volante cualquier fin de semana es muy superior al de los que encaran un reto de esta dimensión, pero nadie se mofa de ellos.

Tras quince horas de subidas y bajadas sobre mis piernas, me sentía capaz de ascender el Massanella, pero no de afrontar el descenso duro y técnico a Lluc sin asumir un riesgo descontrolado. Y con mucho más dolor moral que físico, me paré, triste pero no derrotado. Una prueba de ultrafondo es una montaña rusa de sensaciones físicas y percepciones mentales de dimensiones himaláyicas. La capacidad para viajar en ese tobogán emocional sin marearte ni perder de vista tus límites, establece la diferencia entre una inmensa mayoría de los participantes y la chifladura de unos pocos que algunos remarcan con tanto desdén. Serenidad, autocontrol, perseverancia, honestidad, fuerza de voluntad, equilibrio, capacidad de sacrificio, generosidad y la facultad de sobreponerse a las dificultades… ¿no son éstas las cualidades que adornan a los personajes que más admiramos, o los requisitos que exigimos a nuestros representantes públicos? Los finishers de la Ultra Trail Serra de Tramuntana solamente son personas poco corrientes. La locura es más común, y habita mucho más cerca.

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