Biel Huguet ha anunciado que se retira de la política. Algunos se habrán alegrado, pero a mí me parece una pésima noticia. Huguet es un tipo que merece la pena desde todos los puntos de vista: buena persona, inteligente, sensible, culto y amigo de sus amigos. Me separan varios océanos de muchos de sus planteamientos políticos, pero son gotas de agua respecto a lo que de verdad importa en las relaciones personales. Cuando una conversación inteligente se convierte en uno de los placeres más estimulantes de la vida quiere decir que te estás haciendo mayor de verdad. Yo he tenido muchas de esas pláticas con Biel, algunas en público, y la mayoría en privado. Por supuesto, estas últimas han sido las mejores. Ha habido política, claro, pero también fútbol, música, mujeres y literatura. Y ahora que las estoy recordando, comprendo perfectamente que se retire discretamente, tan joven, como un deportista de élite. Es Xavi Hernández saliendo en silencio del vestuario del Atlético Mollerusa, sin hacer ruido, mirando al suelo, moviendo despacio la cabeza de lado a lado. Demasiado talento desperdiciado entre tanto tuercebotas.
Hace un tiempo se fue del PSM decepcionado, pero con ilusión por modernizar aquello en lo que sigue creyendo con pasión. Quiso evolucionar desde una estructura política endogámica, de funcionarios y maestros que no dejan de contemplarse el ombligo, a un movimiento capaz de llevar sus ideas e interactuar con capas mucho más amplias de la sociedad. Tras mucho esfuerzo y unas cuantas zancadillas seguidas de palmadas en la espalda, ahora devuelve el bebé político que ha criado estos años a la casa del padre. Está más cansado, y se ha dejado la ingenuidad a topetazos contra el muro de la partitocracia tradicional. El nivel de indigencia intelectual de gran parte de la izquierda sólo podía terminar asfixiando a un tipo que vuela muy por encima de todas esas cabezas vacías, o en el mejor de los casos, llenas de tópicos previsibles y anacrónicos, de ideas que se diluyen como azucarillos en cuanto pisan las moquetas del poder. Que desaparezca de la vida política un empresario de izquierdas y nacionalista, obsesionado en su trabajo diario con conceptos como la responsabilidad social, la competitividad, el valor añadido y la innovación, y que además predica en su casa con el ejemplo, debe ser un motivo de algarabía para los profesionales de la política. Lo celebrarán personas que no han tenido nunca que pagar una nómina, que no saben lo que es liquidar un IVA cada tres meses, que en su vida han leído un balance contable. Con su marcha, tienen motivos para respirar tranquilos los que consideran como mayor descalabro personal tener que volver a su silla de funcionarios si pierden la bicoca del cargo. Tiene su gracia que estos culo di ferro vieran amenazadas sus poltronas precisamente por quien nunca quiso ocupar una.
Considero un fracaso personal dialogar más de diez minutos seguidos con una persona inteligente y no encontrar algún punto en común. En este sentido, nunca he fracasado con Biel, y he de reconocer que casi siempre ha sido gracias a él. A Huguet, el auténtico seny se le nota siempre y de muchas maneras: por ejemplo, en el respeto sincero y con todas las consecuencias de los que no piensan como él. Esto es fácil de decir. De hecho lo dice todo el mundo, pero su aplicación práctica en las relaciones personales es otra historia. También en el planteamiento de sus ideas políticas, que siempre me ha parecido que realiza con un punto de humildad, desde el reconocimiento íntimo de cuál es hoy su respaldo social. Por eso su tono es tan distinto al de los líderes mesiánicos que hablan por boca de todo un pueblo incluso cuando anuncian que tienen que ir al baño.
Ahora tendrá más tiempo para Laia y para Jan, y confío que también para ver a los amigos con más frecuencia. Y espero que sus ojillos miopes pero clarividentes me sigan mirando con gratitud amable y sentida cada vez que enlazo dos frases seguidas en mi pobre catalán. Hace unas semanas un diputado jubilado me decía que los medios de comunicación insistían mucho en la escasa preparación de la actual clase política, pero omitían que la calidad humana también ha menguado de manera alarmante. Con la marcha de Biel Huguet el nivel sigue bajando en ambos casos.
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