Anda una señorita estos días como alma en pena, loca porque algún magistrado le tome declaración. Recuerda un poco a esos señores que se presentan a las elecciones, no les vota ni su familia, y luego acuden como público a las sesiones parlamentarias, tocando con el dedo la espalda de los periodistas para que les acerquen un micrófono, una grabadora, o al menos les saquen una foto con el móvil. Tienen algo importante que decirnos a todos, pero una vez concluida la campaña electoral no encuentran altavoces. A la señorita le ocurre lo mismo, pero su caso no es patético como el de los candidatos pelmazos, sino asombroso. La mujer fue compañera sentimental de uno de los hijos, todos brillantes, de Jordi Pujol. Un finde que se iban a Andorra le entró frío, y al buscar una rebequita en el maletero del coche dice que se encontró una bolsa con billetes de quinientos euros. Sus Señorías se pasan la pelota con toque fino, como Xavi e Inhiesta en el centro del campo, se dan con el codo, se guiñan, y le dicen por la bajini al colega del juzgado de al lado: “pregúntale tú que a mí me da la risa”. Con los tribunales saturados, el personal de Justicia de morros con Gallardón y la excusa de una cuestión de competencia, de momento no hay juez ni fiscal con suficiente curiosidad por conocer el tamaño y el peso de la bolsa, la fecha del viaje, el origen del parné, si pararon en alguna entidad financiera para aligerar el equipaje… en fin, los típicos detalles escabrosos e íntimos de cualquier pareja que tanto nos interesan a los contribuyentes chismosos.
El otro día unos miles de personas, más que otros años, se echaron a la calle en Palma a favor de la independencia de los Països Catalans. A primera vista parecía una muchachada, por la cantidad de púberes desfilando alegres entre banderas, y acojonaba un poco pensar que quizá tuvieran algo de razón los fascistas mesetarios que denuncian la politización de las aulas por el catalanismo radical. Pero no, es sólo que la gente joven, por definición, se muestra más clarividente, y percibe la Verdad en mayor proporción y con más nitidez que sus mayores. Al acabar la manifa, algunos miembros de la fuerza de choque siguieron trabajando por la construcción nacional y le cortaron los cuernos al toro de Osborne. Hay quien se pregunta por qué no le sajaron el escroto a este ejemplar maltratado y en vías de extinción, acción ésta cargada de más simbolismo y que hubiera dejado peor parado el orgullo ibérico. A fin de cuentas, afeitar astas de morlacos no deja de ser una práctica habitual en renombradas ferias taurinas. En realidad, no castraron al bicho porque alguno de los intrépidos almogávares se había bajado antes por Internet Jamón, jamón, ese bodrio de Bigas Luna que tantos españoles nos tragamos hace años sólo para disfrutar unos segundos de los pechos adolescentes de Penélope Cruz que sabían a tortilla de patata. En la película, Jordi Mollá interpreta a un pijo peninsular que en un ataque de cuernos se encarama al anuncio y rompe a puñetazos la chapa de los huevos. Sólo les faltaba a las barras bravas del PSM y ERC que algún articulista graciosillo les hiciera un chiste con el personaje.
Pero también había adultos, y al frente de ellos marchaba Oriol Junqueras, el líder emergente cuya inteligencia va eclipsando la figura del rey Arturo, ese Moisés alicaído por la ingratitud de un pueblo oprimido que ignora su inminente liberación. Sin embargo, ni uno más de los caballeros de la Tabla Redonda, ni un solo dirigente de CIU se desplazó desde la metrópoli a la colonia de ultramar para sostener la pancarta por la autodeterminación de la gran nación. El motivo de tan clamorosa deserción para mi es claro. La anexión de Les Illes va tener que esperar un poco, porque una cosa es la patria común con una única jurisdicción catalana, y otra muy distante pegarse un tiro en el pie. Por culpa de Urdangarín, hace meses que nuestros jueces y fiscales manejan el callejero de Zurich con más soltura casi que el de Ciutat. Acercas a la copilota del hijo de Pujol a Castro, Horrach o Carrau, y transformas a la chica en Montserrat Caballé, y los juzgados de Vía Alemania en el Palau de la Música. Que esto no es Madrid, ni Barcelona, ni aquí jugamos al tiqui taca con los testigos. Nuestro Guardiola se llama Caparrós, y en Palma declara todo el mundo. Y a todo el mundo se le escucha con atención lo que tenga que decir, salvo que seas Infanta de España.
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