ANTISISTEMA CON VOCACIÓN DE GOBIERNO

Hay que esforzarse por encontrar algo valioso entre la inmundicia que nos rodea estos días, y no me refiero a los colectores de EMAYA. Las reacciones a los hechos que nos ha colocado en las portadas de todos los medios de comunicación nacionales al menos han permitido despejar una duda, si es que alguna vez existió: de espontaneidad, nada de nada. Sin que haya finalizado este carnaval, todo el mundo aparece ya con la careta en la mano. Ha quedado bien claro quién es quién en esta primavera mafiosa: vale, Tomeu, pero que parezca un accidente.

La segunda cuestión que me llena de optimismo es comprobar el meritorio papel de las redes sociales como herramientas de diagnóstico para calibrar el grado de propagación de determinadas patologías sociales. La conclusión es evidente: estamos graves. Porque hay que ser sinceros: en Mallorca existe una minoría de ciudadanos, no tan exigua como algunos pensábamos, que comprende, ampara, justifica, o directamente apoya la violencia basándose en discrepancias políticas. Esta campaña de acoso e intimidación responde a unos patrones de conducta más viejos que la pana, y existen numerosas experiencias de este tipo en la Europa del siglo XX que así lo demuestran. En el último año hemos asistido en nuestra comunidad a un progresivo proceso de banalización de determinados actos violentos. Tras el vuelco en el gobierno de las instituciones provocado por las últimas elecciones municipales, insulares y autonómicas, se produjo el pifostio de las fiestas de Felanitx, porque la peña estaba alegre y algo bebida. Se ve que gobernando la izquierda el alcohol afecta menos. Sin jolgorios patronales de por medio, el espectáculo democrático se ha ido repitiendo hasta acabar con algún herido leve. La opinión pública se asusta, al día siguiente se afloja un poco y se sustituye la pedrada por globos de agua. Se profundiza en esa pacífica vía del insulto sin agresión física directa y se ocupa sosegadamente, sin intención de molestar a nadie, el despacho del conseller de Educación. Aquí entra en acción otro mecanismo de libro: se rompe la dinámica de agresores y agredidos, y se pasa a la del conflicto social, al enfrentamiento entre bandos. La estrategia de acción-reacción-acción funciona fatal aplicada en un monasterio budista, o frente la Madre Teresa de Calcuta. Pero no estamos en el Tibet ni en la India. Entre nosotros no abundan los expertos en meditación zen. La gente cuando le empujan o le escupen se molesta, incluso algunos se revuelven… y ya está logrado el objetivo: ya no es uno que embiste a otro, sino un choque entre dos que se mueven. A partir de aquí ya se pueden condenar y equiparar todas las violencias. Está todo inventado.

Sin embargo no es suficiente, porque la acción violenta primigenia debe quedar, si no legitimada, sí al menos explicada de algún modo por algún actor ajeno a la contienda, un observador imparcial que desde la equidistancia contempla sin pasión el cuadro de la batalla. Aquí el crítico de arte es el PSIB-PSOE, que nos aclara desde su atalaya privilegiada el origen del conflicto: la “violencia legal” del PP contra el catalán. No hace falta haber estudiado derecho natural para que todo ser humano interiorice desde que nace el concepto de legítima defensa. Si te agreden con el BOIB, puedes devolver el papel con un pedrusco dentro.

Ojalá me equivoque, pero barrunto que puede producirse un altercado de orden público más grave de lo visto hasta ahora, y que vamos a terminar viendo imágenes muy desagradables, inéditas en esta tierra de paz. Lo bueno es que, traspasado el umbral de lo admisible para la inmensa mayoría de una sociedad esencialmente alérgica a cualquier conflicto, y más con antidisturbios de por medio, a algunos no les va a quedar más remedio que dejar de hacer el ridículo. Calificar de “violencia legal” una norma aprobada en el Parlament es una peligrosa y repugnante idea anti-sistema, imposible de encajar en un partido con vocación de gobierno, y menos aún si el Secretario General ha sido Ministro del Interior y conoce perfectamente el modus operandi de esta tropa de asalto, disfrazada de estudiantes o de cualquier otra cosa. En Cataluña fue CIU la que deslegitimó a estos bárbaros, y en Mallorca, antes o después, lo tendrá que hacer el sector catalanista del PSOE. Si no se pone a ello cuanto antes por dignidad democrática, al menos que lo haga por interés electoral. Como siga en esta línea tres años más, Armengol va a hacer buenos los resultados de Rubalcaba, porque es imposible batir en las urnas a un mártir.

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