La estupidez que cometió Francisca Pol al publicar en su muro de facebook un fotomontaje burdo y zafio de la Ministra de Defensa es incomprensible e injustificable. Pidió disculpas inmediatamente y ha acertado al apearse de la candidatura electoral al Senado del PP. Tardar cuarenta y ocho horas en hacerlo sólo le ha servido para prolongar su lapidación. Al escribir estas líneas no sé si la tormenta va ir amainando o se va pedir también su ejecución pública en la Plaza de Cort colgada del olivo centenario. Más madera: lo último que he leído al respecto en un par de medios digitales es una petición de explicaciones al Colegio de Abogados por no expedientarla, y que la fotografíen a ella desnuda rodeada de hombres, sin photoshop. Supongo que en breve solicitarán el embargo de sus bienes, o que la envíen un par de años a vivir a Irán, para que aprenda allí a usar correctamente las redes sociales. Está claro que en política no vale todo, pero para escarmentar a los políticos que meten la pata hasta el fondo parece que sí, porque sus dislates justifican nuestros disparates justicieros y así nos distraemos un poco de tanta penuria, tanta crisis y tanto mitin. Ahora que los municipios están prohibiendo los circos con bestias, el problema será qué hacer con el resto de animales que no están enjaulados. De momento Telecinco los mantenía entretenidos, pero al parecer algunos anunciantes comienzan a escuchar las quejas de una creciente minoría, hastiada ya de los excesos en las técnicas de lobotomización empleadas.
Pero el billar de la política nos ofrece en ocasiones carambolas extraordinarias. Si hay un miembro del gobierno obsesionado hasta niveles ridículos por su imagen y promoción personal esa es Carmen Chacón. El mismo día que Francisca Pol perpetraba la tontería delante de su ordenador, el gabinete de prensa del Ministerio de Defensa difundía una fotografía del féretro del último militar español asesinado en Afganistán a hombros de sus compañeros. El ataúd aparece en primer plano, pero muy difuminado. Lo que enfoca con nitidez el objetivo es la figura al fondo de la ministra, con los labios fruncidos y el gesto afligido en señal de duelo. Queda claro, pues, que el protagonista de la instantánea no es el sargento primero Joaquín Moya, abatido a tiros en acto de servicio por un talibán, ni el resto de soldados que acompañan sus restos mortales, sino la pena inmensa de una ministra que interrumpió su campaña electoral para consolar a nuestras Fuerzas Armadas y repatriar el cadáver. Ejemplar, pero no se detuvo ahí. La candidata Chacón también va por libre estas dos semanas respecto a los mensajes de Rubalcaba, y bien que hace si quiere salvar los muebles en Cataluña. El jueves pasado, el director de su campaña paralela se vio obligado a retirar un indecente video electoral en el que se mostraba a un enfermo en la cama de un hospital público agonizando frente a un maniquí que sustituye al médico. El spot provocó la indignación generalizada entre políticos y profesionales de la salud, e incluso a Manuel Chaves, presidente del PSOE, le pareció “exagerado”.
Escribía el genial Simon Leys en uno de sus artículos literarios que “las palabras son por naturaleza neutras e indiferentes. Es de su contexto de donde sacan lo más vivo e intenso de su carga emocional”. Y añadía que “hay frases que extraen su sentido y eficacia no de las palabras que las componen, sino de las circunstancias en que son pronunciadas”. Imposible encontrar un ejemplo más claro que éste, porque la vergonzosa foto que colgó Francisca Pol venía acompañada de una observación que resultaba repugnante precisamente por aparecer debajo del pecho falso de Chacón rodeada de militares: “Lo que tiene que hacer una ministra del PSOE para ganar votos”. Casualmente, la ministra se ha pasado la semana empeñada en demostrar que la bajeza, la falsedad y el error estaban en la foto, no en el comentario.
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