ZAPATERO Y SOROS UNIDOS CONTRA EL EURO

En Marzo de 2009 Zapatero se entrevista con el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, hasta entonces uno de sus gurús favoritos. El consejero presidencial de Obama le confiesa sentirse aterrado por la situación de la economía española y le insta a acometer profundas reformas estructurales. Zapatero le contesta que él opina lo mismo y que ya está en ello, y como prueba le entrega una copia del Plan E. Sería impagable la fotografía de ese momento: Krugman, un señor muy educado que da clases en Princeton, mirando fijamente a nuestro presidente, con el ladrillo entre las manos, tratando de penetrar en la mente de este hombre prodigioso que nos gobierna, o intentando comprender el sentido del humor español.

Un año después, Krugman insistía en su blog del New York Times en que “España está peor que Grecia, que como país ha colapsado, y que su política monetaria no aguanta las bases que pretende la Unión Europea”. Si esto lo escribiera un economista ultraliberal a sueldo de alguno de los grandes hedge funds que amenazan el euro, sería fácil calificar el comentario de exagerado o interesado. Pero lo escribe un catedrático que en 2008 publicó un libro titulado “Después de Bush. El fin de los neocons y la hora de los demócratas”. Demasiado, incluso para un optimista patológico como el residente monclovita. Así que nuestro ínclito presidente optó por la teoría de la conspiración: los antiguos inversores se han convertido en especuladores conjurados para atacar nuestro país. Parece que Zapatero no acaba de entender que los tiburones primero huelen la sangre y luego atacan. Hoy, la imagen de la economía española es la de un Cristo yacente, y la del presidente del Gobierno la de un San Sebastián asaeteado. Si dedicara menos tiempo a realizar declaraciones altisonantes y huecas del tipo “los rumores son intolerables” y más a leer los libros de su admirado Krugman, conocería el desastre que provocó sobre sus mercados financieros a finales de los noventa el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, atizando la absurda teoría de una conspiración norteamericana contra Asia. Nada más fácil e hipócrita para tapar tus vergüenzas que buscar los enemigos fuera.

El 13 de Noviembre de 2008 el Congreso norteamericano obligó a testificar a los cinco grandes gestores de hedge funds: Simons, Paulson, Falcone, Griffin y, por supuesto, George Soros, ese personaje que pasea por el mundo sus ideas filosóficas para un mundo mejor bajo la leyenda de “el hombre que tumbó la libra esterlina”. En una vibrante declaración, Soros fue el único que reconoció que, por primera vez en la Historia, en aquella ocasión los mercados financieros no se habían limitado a reaccionar ante una situación de crisis, sino que la habían provocado. Este emotivo mea culpa contribuyó a acrecentar aún más su fama entre un sector de la progresía intelectual norteamericana como hombre perspicaz en los negocios pero con ambiciones intelectuales y filantrópicas, eso sí, sólo a tiempo parcial. En su empeño por dar un aspecto humano al capitalismo salvaje que representa, financia programas a favor del aborto, la eutanasia, los derechos de los homosexuales y la despenalización del consumo de marihuana, por citar algunos. Todo compatible dentro de su concepción esquizofrénica de unos mercados financieros en los que sólo cabe ganar sin consideraciones morales, y una esfera social en la que la moral, la suya, sí debe tener un papel. Yo estoy dispuesto a aceptar, por convicción o resignación, algunas injusticias de un sistema financiero que permite las posiciones a corto en los mercados de capitales porque introducen liquidez en los mismos, aunque ello pervierta la idea originaria y hoy casi romántica de premiar los valores de las empresas más solventes. Pero que algunos pretendan hacernos tragar esa pócima mientras nos administran cucharadas de moralidad me provoca náuseas. Esta película de los tiburones malos frente al tiburón bueno que financió a espuertas la campaña de John Kerry frente a George W. Bush es otra muestra de hipocresía insoportable. El brillante y cínico análisis de Soros ante los congresistas americanos no impidió que su fondo de inversión, entre otros, apostara 8000 millones de dólares el pasado mes de febrero contra el euro, en la mayor acumulación de posiciones cortas contra la divisa europea desde que existe.

Pero volvamos a nuestro mártir de La Moncloa. Al margen de los graves problemas estructurales de nuestra economía en forma de paro y baja productividad, el principal obstáculo para la recuperación es la falta de credibilidad de un presidente de gobierno incapaz de adoptar medidas dolorosas ante una situación extremadamente grave. Zapatero se dirige lentamente hacia una inevitable y drástica reducción del déficit público encañonado por la espalda por Merkel y Sarkozy, que le susurran al oído y al borde del precipicio: “o te ajustas o te ajustamos”. Pero los mercados saben que nuestro héroe se va a resistir hasta el final, aferrado a unos prejuicios ideológicos que no consiguió disipar ni un pope progresista de la economía como Krugman.

Ahí están, Zapatero y Soros trabajando duro, cada uno con su estrategia, tomando decisiones o dejándolas de tomar, hasta culminar con el colapso de nuestra economía y el hundimiento del euro.

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