PSOE, MES Y PODEMOS SUPERAN A BILDU EN SA FEIXINA

Hay que ir con mucho cuidado con las mayorías silenciosas. No se ven, ni se oyen, así que uno se las puede imaginar a su gusto. Que se lo pregunten al anterior gobierno de Balears. Miles de ciudadanos salieron a la calle a protestar contra el TIL. De camino se les unieron algunos más, hartos de los recortes en sanidad. Y ya de paso se les sumaron otros tantos para quejarse por una manera de hacer política que abría las carnes sociales. Amparándose en la aplastante mayoría absoluta que obtuvo el Partido Popular en las elecciones autonómicas de 2011, llegó la interpretación genial de aquella masiva movilización ciudadana: vale, eran 100.000 en la manifestación, pero había muchas más personas en el censo electoral de nuestra comunidad que no habían salido a la calle ese día a quejarse. La afirmación da para armar un espectáculo completo de Faemino y Cansado, pero hay personas a las que el humor absurdo no les hace gracia, y llegaron a tomarse en serio semejante boutade. La desgracia para el PP fue que esas personas trabajaban en el Consolat de la Mar, o en sus aledaños.

Salvando todas las distancias, he recordado aquella chaladura al escuchar la intervención en el Pleno del Ayuntamiento de Palma del Concejal de Cultura, Miquel Perelló, a propósito de la manifestación vecinal en defensa del monumento de Sa Feixina. El regidor también quiso poner el foco en “la mayoría silenciosa que se quedó en casa”. Aquí algunos, con razón, querrán establecer diferencias por la cuestión cuantitativa que separa ambos asuntos, pero aceptando ese punto, sólo a un ciego se le escapan otras similitudes cualitativas, que las hay. Si algo demostró la manifestación contra el gobierno de Bauzá es que se trataba de una movilización transversal de la sociedad civil. Por supuesto que existía un componente ideológico en algunos de los convocantes, y había intereses políticos de por medio. Pero esos no eran motivos suficientes para negar un hartazgo social ante un modo de ejercer el poder que no convencía ni siquiera a una parte de los votantes populares. El resultado de aquella manera de conducirse, con los ojos y los oídos tapados, sin atender a señales ni a bocinas durante toda la legislatura, fue estamparse contra un muro electoral.

Lo fácil ahora sería hacer unos pareados graciosos con ceguera, sordera y Noguera, pero el próximo alcalde de Palma ha rebasado cualquier tipo de incapacidad político-sensorial para situarse en un plano mucho más peligroso por lo ofensivo. Antoni Noguera ha declarado que el monumento de Sa Feixina es un homenaje a una “máquina de matar personas”, en referencia al crucero Baleares. Si la asociación conservacionista ARCA, poco sospecha de veleidades falangistas, dice que la afirmación del primer teniente de Alcalde de MES es un “insulto a la inteligencia”, quiere decir que Noguera se ha saltado de una tacada varios semáforos y señales de stop. Un disparate de ese calibre sólo puede venir de un ignorante, un sectario o un malvado, o de alguien que atesora las tres cualidades al mismo tiempo. Dada mi natural tendencia a pensar bien del prójimo, y como no conozco personalmente a Noguera, prefiero centrarme en la condición de analfabeto histórico del próximo primer edil de Palma.

Noguera, debe pensar que una guerra civil es algo parecido a un Madrid-Barça. El padre entra en el salón con bufandas de ambos equipos, y cada hijo escoge el equipo que más le gusta. Yo de Messi, tú de Cristiano, y a disfrutar del partido sin pelearse en el sofá. Pero no, no es eso. El levantamiento golpista de Franco dividió España en dos bandos, y nadie entró en las casas para preguntar a los jóvenes qué color preferían, el rojo o el azul. Hay que ser un zoquete, como mínimo, para decir que el memorial de Sa Feixina homenajea hoy a un buque de la Armada, a los obuses que disparó, a los muertos que causó. España está hecha unos zorros, pero por fortuna no existe la posibilidad de otra guerra civil. Por eso Noguera, en su ignorancia, no es capaz de imaginar que, en caso de que mañana estallara un conflicto armado en nuestro país, a él lo podrían enrolar en otro crucero Baleares. Lo harían sin pedirle su opinión, como no se la pidieron a las 786 víctimas de aquel hundimiento.

Hay que ser honesto y reconocer que la izquierda nacionalista y el populismo radical -con la aquiescencia cobarde del PSOE- están a punto de superar en sectarismo, odio, incultura y fractura social a la mismísima BILDU. Ondarroa, localidad vizcaína en la que gobierna la izquierda abertzale con mayoría absoluta, es el único municipio del País Vasco que conserva un monumento a caídos del bando nacional en la Guerra Civil. Casualidades de la vida, son los 18 vecinos del pueblo que murieron en el crucero Baleares. Ni siquiera los herederos de la Batasuna pro-etarra se han atrevido a aplicar allí la Ley de Memoria Histórica, porque “quien más quien menos, todos tenemos algún antepasado en el Baleares”. Mayorías silenciosas hay por todas partes, pero va a resultar que los de BILDU tienen el oído más fino que nuestros ilustres regidores.

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