EL REPARTO DE VOTOS EN EL CENTRO DERECHA

El 11 de Marzo de 2010 Sebastián Piñera era investido Presidente de la República de Chile. Fue el primero de derechas elegido democráticamente desde 1958. Asumió el poder en plena crisis económica mundial, que también estaba afectando de lleno a su país, el más rico y estable de América del Sur. Por si el panorama no fuera suficientemente duro, diez días antes de su toma de posesión un terremoto de magnitud 8’8 devastó las regiones centrales, las más habitadas de Chile. El gobierno de Piñera inició de inmediato la tarea de reconstrucción de unas infraestructuras gravemente dañadas por el seísmo. Además, introdujo mejoras en la competitividad de la economía y eliminó trabas burocráticas al emprendimiento. Al mismo tiempo puso en marcha más de trescientos programas sociales, y modificó el sistema de pensiones para favorecer las rentas más bajas. La consecuencia de esta suma de políticas fue que la economía de Chile, que en 2009 había registrado una caída del uno por ciento del PIB, creció en 2010 un 5’8%, en 2011 un 5’9%, en 2012 un 5’6%, y en 2013 un 4’1%. Durante el mandato de su predecesora en el cargo, Michele Bachelet, el paro había subido ocho puntos, y el de los jóvenes más de veinte. En 2009, el desempleo alcanzaba el 11’6%. En 2010, el primer año del gobierno liberal de Piñera, bajó al 8’3%, en 2011 al 7’2%, en 2012 al 6’4%, y en 2013, último año completo de su gestión, el paro en Chile alcanzó el mínimo histórico de los últimos cuarenta años, y se situó en el 5’8%. Pues bien, el 15 de Diciembre de 2013 la socialista Michele Bachelet volvió a ganar las elecciones presidenciales.

Hasta aquí los hechos y las cifras, que describen uno de los ejemplos más recientes y contundentes que desmontan la teoría según la cual una buena gestión económica basta por sí sola para conservar el poder. Pero es fácil contar esta historia a toro pasado, como acabo de hacer. Lo realmente meritorio es anticiparlo antes de que suceda. A mi me alertó sobre los peligros de gestionar electoralmente la salida de una profunda crisis económica una de las mayores inteligencias de la política en España. Hace exactamente dos años, Javier Zarzalejos predijo ante un reducido grupo de comensales el batacazo en las urnas de la colación de centro-derecha en Chile, a pesar del espectacular balance de gestión que iba a presentar ante el electorado. Es la economía, estúpido… pero también otras cosas.

Ahora, el que fuera Secretario General de la Presidencia con Aznar, ha escrito un artículo advirtiendo del malentendido que supone considerar que Ciudadanos es un proyecto político nacido para apuntalar en el poder al Partido Popular. Dicho de otra manera, los electores que quieran que gobierne el PP tal y como lo ha venido haciendo hasta ahora, y que tampoco pretendan cambios sustanciales en su organización interna, a quien deben votar es al PP, y no a otro partido. Y tiene toda la razón. La organización de Albert Rivera tiene sus legítimas aspiraciones de poder, como todas las demás, y sus votos no son directamente intercambiables con los del PP. Esta obviedad, que de manera interesada algunos están tratando de ocultar como si a la derecha del PSOE todo fuera lo mismo, ha sido interpretada por analistas políticos de izquierda como un ataque a la yugular de Rivera. A mi lo que me parece es una puntualización muy acertada y a tener en cuenta, como todo lo que sale de una cabeza privilegiada como la de Javier Zarzalejos.

Lo que no explica el artículo del actual Secretario general de FAES son los motivos por los que un partido recién llegado desde Cataluña al panorama nacional de la política, sin apenas estructura territorial ni cuadros medios, con serias dificultades para completar sus listas electorales en todas las comunidades autónomas y capitales de provincia, sin un programa electoral detallado para cada circunscripción y con un solo líder reconocible, está en condiciones de pegarle un bocado de quince puntos en intención de voto al partido que ha agrupado a todo el centro-derecha en España desde 1990. El motivo fundamental de ese descalabro del PP en favor de Ciudadanos no es la gestión económica de sus gobiernos autonómicos. Millones de ciudadanos, cabreados pero sensatos, comprenden que los gobiernos han tenido que hacer lo mismo que ellos en sus casas, reducir gastos. Sin tocar las pensiones, y afrontando unas elevadas prestaciones por desempleo y unos gastos financieros brutales por la deuda pública, quedaban la sanidad y la educación. Lo demás es estética, muy importante para la credibilidad del que pide sacrificios, pero insignificante en términos macroeconómicos.

Lo que estoy seguro que Javier Zarzalejos sabe, pero no ha escrito, es que hay millones de electores que han llegado a la siguiente conclusión: es imposible reconstruir desde dentro el Partido Popular, porque los que acarrean las pesadas mochilas de un pasado de plomo no podrán subir por sí solos el Gólgota de la transparencia, la reforma de las instituciones y la regeneración de la vida pública que hoy exigen los votantes. Van a necesitar que los empujen, o que les obliguen a cambiar de porteadores. Digo subir el monte, no barrenarlo con explosivos como proponía hasta hace dos días la izquierda radical, hoy amansada para disgusto de los revolucionarios auténticos. Sean cuales sean los resultados del domingo que viene, gobierne quien gobierne, reducir el problema del reparto de votos en el centro derecha a una cuestión de comunicación, empatía o salir guapo en las tertulias, supone continuar ciego y sordo ante el tsunami que se avecina en las próximas elecciones generales.

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