TODOS QUEREMOS QUE MERKEL SE SUICIDE

Tiene su gracia que la semana en que los españoles encendíamos la radio cada mañana acongojados y acojonados por si Krugman había concedido una nueva entrevista para hablar del corralito ibérico, Mariano Rajoy la haya tenido que pasar viajando por paraísos terrenales. Oigo hablar de Los Cabos en el Pacífico mexicano y me viene a la memoria un plano contrapicado de Marlon Brando vestido con un poncho rojo, despatarrado sobre una roca clavada en la arena blanca, un oleaje bravío rugiendo a su espalda, ese mentón perfecto y una mirada perdida en el horizonte. El rostro impenetrable es uno de los escasos westerns de la historia del cine con imágenes de playas y mar, una rareza exótica rodada en las costas de Baja California, plena de imágenes barrocas a mayor gloria de una personalidad tan excesiva y megalómana como la de Brando. En la película interpreta un personaje frío y hierático, pero capaz de enamorarse de la hija de su enemigo, luchando entre la pasión vengativa y la amorosa.
Tras un fin de semana santjoaner y ya sin la botella de Xoriguer a mano, cuesta establecer paralelismos entre Mariano Rajoy y Marlon Brando, pero hemos de reconocer que el indeseado protagonista de la última cumbre del G-20 ha sido nuestro presidente. No ha transcurrido un mes desde el romántico paseo en barco con Angela Merkel por el río Chicago, y de aquel idilio no quedan ni las cenizas. Y aún peor: la quijotesca rueda de prensa dominical del hidalgo gallego horas después de «obligar» a los socorristas europeos a que lanzaran el flotador a nuestras entidades financieras, ha obligado a la Canciller alemana a una reacción despechada por las baladronadas del reciente galán. Sin embargo, el debate sobre las teorías que contraponen la austeridad con el crecimiento, como si fueran incompatibles, está eclipsando un hecho fundamental que explica esta competición de Rajoy y Merkel conduciendo a toda velocidad sus coches hacia el precipicio. Pierde el que pise el freno antes.
Mario Monti gobierna Italia porque un esperpento como Berlusconi se estaba riendo a la cara de sus socios europeos. Este no es el caso de Rajoy, que acabará su legislatura en 2015 salvo que Europa se desintegre, hipótesis poco probable. Con tres años por delante, el presidente remolonea para no subir el IVA y no tocar la edad de jubilación, ni las pensiones, ni los sueldos de los funcionarios, ni las prestaciones por desempleo, ni las desgravaciones fiscales por vivienda. Y la reforma en profundidad de las administraciones se está empezando a negociar tranquilamente por un secretario de Estado y un representante del PSOE. A nosotros lo que nos urge son los eurobonos.
Esta crisis se ha llevado por delante a gobernantes de todos los colores. Sarkozy aún no ha despertado de su pesadilla, y Obama, único Nobel de la historia premiado por una brillante campaña electoral, está contra las cuerdas empatado en los sondeos con el candidato republicano, asustado porque la inestabilidad de la zona euro impide el despegue de su economía real, que no la de Wall Street. Así pues, el profeta de un nuevo orden mundial puede no ser reelegido, completando una hazaña ni siquiera alcanzada por George Bush hijo. Esto lo ve todo el mundo, incluida la pérfida Merkel, que el año que viene podría perder los comicios en un país cuya economía repunta con fuerza gracias a las exportaciones y a una financiación exterior casi gratuita. A pesar de ello, en los dos últimos años su partido ya ha caído estrepitosamente en varios länders por el brutal desgaste que le suponen ante los ciudadanos sus aportaciones a los fondos de rescate. Pero es que además, su margen de cesión es mínimo porque la oposición no le concede ni un milímetro en este asunto. Los mismos socialdemócratas alemanes que aplaudieron entusiastas el triunfo de Hollande en Francia y el advenimiento de un nuevo enfoque europeísta, recitan calcado el discurso demagogo sobre la fiesta presupuestaria de los países del sur.

Hay quien piensa que se trata de una cuestión de cabezonería teutona. Beata Baumann es la directora de la oficina del canciller que acompaña a Merkel desde 1992 y sin duda la persona más poderosa e influyente de su entorno. Formada en Cambridge, cuna de spin doctors, es una fervorosa creyente en la utilidad de las encuestas y lo sondeos al servicio de la estrategia política. Ella los encarga e interpreta, y sus conclusiones van directas a su jefa, que actúa en consecuencia. Mi pronóstico es que en este duelo de pistoleros la sangre no llegará al río porque es demasiado lo que hay en juego, incluso para Alemania. Pero es de bobos pensar que Angela Merkel quiera acabar políticamente como la actriz protagonista de El rostro impenetrable, Pina Pellicer, que se suicidó años después de su romance cinematográfico con Brando.

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