OLVIDAR PARA SOBREVIVIR, PERO SIN APLAUSOS

La psicología social analiza los procesos de índole psicológica que influyen en un comportamiento grupal. Esta rama del conocimiento demostró con métodos científicos algo que era fácil de intuir desde una posición de empatía hacia los que sufren: del mismo modo que existe el trauma individual -un acontecimiento inevitable que provoca un estrés agudo en la persona que lo vive- también existe el trauma colectivo, es decir, una situación que afecta negativamente a una sociedad entera. A mí me parece que no es una exageración decir que asesinar a 800 personas para conseguir la independencia de un territorio puede entrar perfectamente en la categoría de trauma colectivo.

La psicología que se ocupa de la salud mental de los individuos ha estudiado con detalle los mecanismos del olvido del trauma como estrategia de supervivencia. El psicoanálisis, por ejemplo, cree que la amnesia disociativa -la pérdida de memoria causada por un episodio severo de estrés- es un acto de auto-conservación para evitar un mal mayor, como sería el suicidio. Desde el punto de vista clínico que puede aportar la psicología social, echo en falta un análisis profundo de las encuestas electorales que otorgan a Bildu la posibilidad de ganar las elecciones en el País Vasco.

Se habla mucho del cambio de estrategia que supone la sustitución como cabeza de lista de Arnaldo Otegi por Pello Ochandiano, un ingeniero de telecomunicaciones que en su afán por trasladar una imagen de gestor no se ha quitado las gafas desde que fue proclamado candidato a lehendakari por la coalición heredera de ETA-Batasuna.

Ochandiano habla de “país” y no de Euskal Herria, de derechos sociales y no de presos políticos, de ecologismo y no de euskera. Recuerda un poco a Pablo Iglesias hace unos años, en aquellas intervenciones tan suaves en los debates electorales reivindicando el cumplimiento de la Constitución. Iglesias y Otegi se admiran mutuamente, pero este último ha aprendido de la gran pifia cometida por el partido morado accediendo al poder sin tener cuadros cualificados para ello. De ahí que no tenga prisa en desplazar al PNV del Palacio de Ajuria Enea mientras sigue reclutando tecnócratas capaces de gestionar un presupuesto sin hacer el ridículo como Irene Montero.

El candidato del PNV, un tal Pradales, denuncia una agenda oculta de Bildu si llegara a gobernar, pero nadie se asusta a estas alturas. Si Cataluña sobrevivió a Quim Torra no va a sobrevivir Euskadi a Ochandiano. El problema para el PNV, y el drama para los millones de vascos y españoles que aún no padecemos amnesia disociativa, es que el tiempo y el PSOE juegan a favor de Bildu.

Uno de los sesgos de la memoria más fáciles de comprender y aplicar es el “efecto generación”, que demuestra que las personas tendemos a recordar mejor la información generada por nosotros mismos que la que nos ha sido proporcionada (no digamos ya si esa información se oculta o se manipula). Hay muchos vascos menores de treinta años que recuerdan los atentados de ETA con la misma cercanía que la batalla de Trafalgar.

Pero la cuestión generacional no explica por sí sola el ascenso fulgurante en las encuestas de Bildu, un partido que ha seguido organizando homenajes públicos a ciudadanos que le metieron un tiro en la cabeza a un vecino en defensa de una Euskal Herria libre y socialista. Siguen vivas muchas personas -yo conozco bastantes- que no apoyaron aquellos crímenes pero jamás se manifestaron contra ellos. Votantes que no apoyaron a Herri Batasuna pero permanecieron años en silencio ante la barbarie. Gentes que no aplaudieron un coche bomba pero fueron incapaces de dar un pésame al familiar de la víctima que conocían. El miedo es libre, pero tampoco es necesario aplaudirlo.

Ya digo que muchos de estos electores permanecen inscritos en el censo electoral, y una vez disuelta ETA pretenden seguir con sus vidas de la mejor manera posible, como es lógico y natural. Se entiende que esconder toda aquella inmundicia en el rincón más oscuro del olvido sea la estrategia adaptativa más eficaz, pero se ha de reconocer que tiene un punto cobarde, y escuchando algunos discursos en ciertos casos también inmoral.

Y así llegamos a la paradoja sanchista según la cual un tipo vestido como un inspector de Fukushima aparece en Cuelgamuros para remover huesos de víctimas de una Guerra Civil que acabó hace noventa años, y al salir del osario pide pasar página de los crímenes de ETA, porque ese olvido favorece la convivencia. Volviendo a la psicología, existe abundante literatura científica que explica con claridad por qué los psicópatas tienen memoria selectiva.

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