Hace unos días asistí en directo a un pequeño milagro. Pocas personas sabrían responder a la pregunta de para qué sirve la filosofía, pero un filósofo se puso a hablar durante más de una hora en el Aljub del museo Es Baluard de Palma y al acabar las trescientas personas que abarrotaban la sala permanecieron cinco minutos en pie aplaudiendo. Semejante ovación nunca se escuchó tras el discurso de una máquina, ni en la entrega de un Balón de Oro, así que quizá no esté todo perdido mientras se escuche la voz de intelectuales de la talla de Nuccio Ordine.
Los medios de comunicación no están viviendo su mejor momento en términos de credibilidad o rentabilidad económica. Al igual que la filosofía, algunos no saben para qué sirve el periodismo si ya tenemos Internet y las redes sociales. Sin embargo, la utilidad de lo aparentemente inútil se demuestra en actos como el organizado por el Club Ultima Hora Valores, al que todos accedimos sin pagar un euro y salimos más ricos de espíritu. Justo lo que enseña el profesor Ordine en sus clases y libros.
La intervención del escritor italiano fue un derroche de humanismo, empatía, conocimiento y pasión por transmitirlo. Ordine es un orador impetuoso, y su discurso constituye un ejemplo perfecto de cómo el sentido del humor amplifica el alcance de la mejor inteligencia. Ese torrente de palabras sabias no oculta su sensibilidad: Ordine contó que desde hace dos décadas inicia la primera clase del curso académico leyendo a sus alumnos la carta de agradecimiento que Albert Camus envió a su maestro de juventud, Louis Germain, tras recibir el premio Nobel de Literatura, y que cada año no puede evitar emocionarse. En el Aljub también recitó la epístola completa, y al acabar se le quebró la voz.
Lo que sucedió entre aquellas piedras centenarias del antiguo aljibe fortificado tuvo algo de epifanía para una parte del auditorio. Era fácil adivinar que entre el público se sentaban numerosos docentes comprometidos de manera vocacional con una profesión que, en palabras de Ordine, “ha sido degradada no sólo en términos económicos, sino de dignidad”.
“Es más fácil explicar para qué sirve un ordenador qué para qué sirve El Quijote”, dijo el profesor al denunciar la excesiva mercantilización de los planes de estudios. La evidente dificultad de esta tarea en la era digital exige reconocer que no todo el mundo vale para ella. Por desgracia hace tiempo que en nuestro país algunos conciben la docencia como un aparcadero de frustraciones, un mal menor laboral para los que no encuentran un trabajo relacionado con sus estudios.
La ponencia de Ordine llevaba por título ¿Qué escuela y qué universidad para construir un mundo mejor?. Si hablamos de una formación integral del individuo parece lógico que el ámbito de la enseñanza obligatoria y el de la formación superior estén conectados para alcanzar ese objetivo último, que debería ir más allá de aprender a ganarse la vida. Pero en España ya empezamos a escribir torcido cuando tenemos que separar la faena en dos ministerios independientes, el de Educación y el de Universidades, para que entren más sillas en el Consejo de Ministros.
Setenta decanos de las facultades de Educación han propuesto una “prueba de actitud personal” para elevar el nivel de los futuros profesores. El plan va en la línea del proyecto que hace un año planteó el Ministerio de Educación para filtrar el alumnado con las mejores capacidades para formar y transmitir conocimiento. Pero el Ministerio de Universidades ha descartado ambas ideas por “dificultades logísticas” y el peligro de que cunda el ejemplo en otros grados superiores. No tengo ninguna duda que la mayoría de docentes que estaban aquel día entre el público superarían esa prueba sin problemas, pero la mediocridad, el activismo político y la falta de motivación quedarían más lejos de las aulas.
Quizá sea esta la razón última que explica el empeño en destrozar la educación por la vía del desprecio a los intelectuales (como propugna el populismo de derechas) o por la del falso igualitarismo que suprime el valor del esfuerzo (como defiende el populismo de izquierdas). Una ciudadanía ignorante es más fácil de manipular.
Escuchábamos a Nuccio Ordine y lo único que lamentábamos es no haberlo tenido de profesor. O mejor aún, que lo hubieran disfrutado nuestros hijos. Porque antes que eruditos o especialistas en un oficio, un maestro como él contribuye a formar buenas personas, que son los ladrillos sobre los que levantar una sociedad de individuos más justos. En un tiempo en el que algunos periódicos dedican sus páginas a entrevistar a robots, Nuccio Ordine defiende que las mejores enseñanzas para la vida se encuentran en los clásicos, todos fruto de la Inteligencia NO Artificial.
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