EL BESO MÁS LARGO

28 04 18/ Fotógrafo: Alberto Vera / Palma / Baleares /  Carrera

         Hay un silencio compartido, que tiene que ver con el esfuerzo y el respeto. El sol aún no ha despuntado en lo alto a esa hora de la mañana, y solo se atisban fogonazos dorados que atraviesan las ramas de los árboles. Al llegar arriba se escuchan los resoplidos buscando algo de oxígeno, el zumbido suave del cambio de plato y algunas cremalleras que suben para abrigarse del aire en el descenso. Subir y bajar el Puig Major en bicicleta, sin tráfico de coches, es una de las experiencias más bellas que pueda llegar a vivir un aficionado al ciclismo. De acuerdo, solo éramos 8000, menos del uno por ciento de los habitantes de Mallorca. Este artículo podría llegar hasta el final abrazado a la épica y la poética de un día para el recuerdo, pero los entusiastas del porcentaje y la estadística esputarían por el colmillo. En esta santa tierra corren malos tiempos para mezclar lírica y turismo. Después de muchas horas pedaleando el pasado sábado por algunas de las carreteras más bonitas del mundo sin el riesgo de ser atropellado por un vehículo a motor, hoy emprenderemos un esfuerzo aún mayor: dejaremos de lado el corazón para hablar de la Mallorca 312, y apelaremos solo a la razón.  

       Para empezar, es importante constatar una coincidencia reveladora. Los más acérrimos enemigos de una de las pruebas cicloturistas más famosas y mejor valoradas en todo el mundo, son la misma minoría que no quiere cruceros en Palma, ni carreras de montaña por la Serra de Tramuntana, ni puertos deportivos, ni extranjeros comprando fincas, ni coches de alquiler, ni carreteras… lo dejo aquí porque se me acaba la columna. Esto no viene de ahora. Son los mismos que hoy critican el monocultivo del turismo y ayer torpedeaban el proyecto del Parc Bit. Hablan de crecimiento sostenible, valor añadido, industria inteligente, atraer talento… pero la inteligencia y el talento casan mal con esa furia contra el de fuera, porque invade y causa molestias. La minoría del lanzallamas sueña con un Silicon Valley dedicado a la fabricación de senalles y abarcas. 

            La novena edición de la Mallorca 312 ha dejado un impacto económico directo de 16 millones de euros. La estancia media de los participantes venidos de fuera ha sido de 7’7 días, y el gasto medio diario por persona supera los 150 euros. Los profetas del apocalipsis circulatorio en una mañana de sábado, esos que solo vieron miles, incluso millones de conductores iracundos, y una ambulancia circulando unos metros por una acera, ponen en duda este dato. Les daremos otro. El 93% de los cicloturistas participantes cuentan con estudios superiores. Eso no quiere decir que sean más listos que aquellos que son incapaces de plantear un debate equilibrado entre las ventajas y las molestias que causan este tipo de pruebas. Sólo refleja el elevado poder adquisitivo de este segmento turístico que además, porque viajan para disfrutar de una naturaleza y de unos paisajes espectaculares, son especialmente sensibles hacia el medio ambiente. 

          Todo eso da igual. Leo en un periódico que un comerciante en Deyá se queja porque le fue mal la recaudación la mañana del sábado por culpa de los ciclistas. Son esos mismos cabrones que durante todo el invierno pasan a mediodía por su pueblo y paran a comprar la bebida que venden en Deyá, la fruta que venden en Deyá, los pambolis que venden en Deyá. Deyá es tan bonito que algunos de estos plastas en bicicleta vuelven en coche otro día por la tarde para visitar el cementerio más bello de Mallorca, y comprar las mismas camisas de lino maravillosas que me gustan a mi. Después se toman una cerveza en el ambiente cosmopolita de Sa Fonda, y claro, algunos se quedan a cenar. Todo esto no se lo contó al periodista el comerciante arruinado, aunque también es probable que al periodista se le olvidara preguntárselo. Cada uno habla con quien le da la gana, y pregunta lo que quiere. Mismamente yo, que conozco un vecino de Banyalbufar harto de coches y autobuses colapsando cada fin de semana su pueblo, feliz de pasar ayer unas horas sentado en su terraza y escuchando únicamente el siseo de miles de bicicletas bien engrasadas circulando por la Tramuntana. Según él, fue el mejor sábado del año. 

           Paradójicamente, al paisano de Banyalbufar no lo van a entrevistar los defensores del día sin coches, ni los partidarios de recuperar espacios públicos para la ciudadanía en forma de diadas, conciertos populares, mercadillos artesanos y batukadas varias, que siempre molestan a alguien. Cualquier cosa, excepto procesiones de Semana Santa, con tantos cristos y capirotes que dejan el suelo perdido de cera. Además, a Banyalbufar va mucha gente a admirar ese prodigio de la arquitectura popular integrada en la naturaleza que son los bancales. La cuestión es averiguar quién se acerca a decenas de pueblos del interior de Mallorca que durante décadas han vivido de espaldas a cualquier beneficio asociado al turismo. Provoca sonrojo comprobar que los defensores de “capilarizar” esos beneficios sean los mismos que se esfuerzan en reflejar un panorama dantesco. “Media isla atrapada”, he llegado a leer. Se puede criticar una prueba cicloturista sin recurrir a la exageración y la mentira. 

       El turismo de ciclistas cumple con todos los requisitos que los más exquisitos reclaman para nuestro crecimiento económico. Fuera de temporada alta, elevada capacidad de gasto, respetuoso con el medio ambiente, distribuido por toda la isla… La contribución de la Mallorca 312 a nuestra imagen en todo el mundo como destino para ese segmento es impagable, incluyendo en la ecuación el colapso circulatorio de una hora en Sóller un sábado de primavera. Resultan curiosos los enfoques tremendistas dirigidos a magnificar el cabreo de algunos justo el día de la prueba, cuando el problema urgente que se debe abordar se produce el resto de días del año. Por un lado, llevamos tres ciclistas muertos en la carreteras de Mallorca en las últimas semanas. Por otro, la mayoría de ciudadanos sensatos que se ven afectados por el cicloturismo no se quejan por los cortes de unas horas debidamente anunciados y con soluciones alternativas, sino por la influencia en su movilidad diaria, cuando coches y bicicletas deben compartir el mismo espacio. Un pelotón de ochenta ciclistas no puede circular compacto por una carretera abierta al tráfico, para desesperación de conductores que también tienen derecho a unos tiempos de desplazamiento razonables por las carreteras que se pagan con los impuestos de todos. Esta es una de las regulaciones pendientes, o la posibilidad de un seguro obligatorio para circular. 

         Este no era el artículo que quería escribir, pero el tratamiento mediático hiperbólico de los mismos que jalean la turismofobia no me ha dejado otra opción. Me hubiera gustado contarles las lágrimas imparables de un ciudadano británico al frenar su bicicleta el sábado en Playas de Muro, ya entrada la noche. Había cruzado la meta esprintando, tras 13 horas, 59 minutos y 52 segundos dando pedales durante 312 kilómetros, solo 8 segundos antes de que se cerrara el control. O también la historia del matrimonio alemán de mediana edad que le precedió unos minutos antes. Abrazados de pie, ambos con sus bicicletas aún entre la piernas, la frente de ella sobre su hombro. Entonces él levantó su barbilla, la miró con una mezcla de admiración y ternura, y yo contemplé el beso más largo de mi vida. 

2 Comments

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  1. Tomeu Tugores 2 May, 2018 — 5:56 pm

    Muchas Gràcias por poner letras a nuestros sentimientos.

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